lunes, 25 de junio de 2012

Nunca dejamos de sorprendernos!!!



Día a día conocemos a una gran cantidad de personas de una calidad insuperable. Es increíble  lo que pueden llegar a aportarte cada una de ellas.

Esta semana queremos compartir con vosotr@s una pequeña historia que escribió una persona a la cual hemos tenido la suerte de conocer…


“Cuánto talento, cuántas ganas de superarte, cuánto espíritu de lucha, cuánta necesidad de cumplir tus sueños... Ojalá tu triunfo esté más cerca de lo que crees!!! Gracias por dejarnos compartir tu historia”


"Veintiseis de Abril de 2012,  y finalmente había llegado, sigilosa y calladamente, como un ladrón que entra a hurtadillas sin que nadie se de cuenta. La cuarentena se había colado en su vida, pero, en su favor, habría que decir que llevaba ya un año avisando de su inminente llegada.
Cuarenta años ya, una edad en la cual la mayoría de las personas deberían haber llegado a un grado suficiente de madurez tanto en el plano personal como profesional. Sin embargo, su vida continuaba siendo la misma, no había experimentado cambio alguno respecto a los 39 años anteriores.
Apagó el molesto despertador cuyo sonido cada mañana le anunciaba otro día tedioso ,otro día de nervios en el trabajo deseando que el reloj marcase las tres de la tarde para poder marcharse para casa y no pensar. Se sentó en su cama y se formuló esa pregunta que años atrás debería haberse realizado. Incluso cuando había finalizado el bachillerato y había tenido que decidir, no su futuro, y ese fue su primer gran error, sino que carrera cursar, nunca se había parado tranquilamente a pensar qué quería hacer con su vida, qué quería hacer durante el resto de su existencia.
Solamente tenía claro que todo lo que había hecho anteriormente no le había satisfecho en absoluto, no le había llenado, sentía que su vida estaba vacía. Se daba cuenta de que sus decisiones pretéritas se habían basado únicamente en los mismos criterios equivocados: buscar un trabajo que le aportase estabilidad económica en su vida, estudiando para ello una carrera de las que se decía que tenía muchas “salidas”.
¿Y cuál había sido la consecuencia de ello? Una insatisfacción total con su existencia, unos trabajos por los cuales no merecía la pena levantarse cada mañana, ninguno de ellos le había aportado nada positivo, ninguno le había enriquecido como persona ni sentía que con alguno de ellos hubiera ayudado a ser felices a sus semejantes. Y, lo más importante, en ninguno de ellos se había sentido ni feliz ni realizado, ni personal ni profesionalmente.
Y sentado sobre el confortable colchón de su confortable cama se formuló otra serie de preguntas: ¿Y ahora qué? ¿Qué decisión tomar? ¿Ser valiente abandonándolo todo y dar un giro radical a su vida o continuar siendo cobarde y dejar todo como estaba? Ante su asombro, tras dejar su mente en blanco, la respuesta acudió inmediatamente a su cabeza. Necesitaba un cambio, una nueva vida, un nuevo trabajo por el que mereciese la pena levantarse cada mañana y dejar la cama caliente en pleno invierno, con el cual ser feliz ,que le aportase alegría y plenitud tanto en el plano personal como profesional.

Sin embargo, tras ese sentimiento de alegría y optimismo inicial, rápidamente nuevas preguntas surgieron de la nada y un miedo atroz se apoderó de él. ¿Qué hacer? ¿A qué dedicarse? ¿Cómo descubrir, sin volverse a equivocar, cuál era su sueño?  ¿Cómo llevarlo a cabo? ¿Cómo hacerlo realidad? ¿Cuáles serían las preguntas adecuadas para descubrir todo ello? ¿Se conocía lo suficiente a sí mismo para tener una certeza completa de acertar en su decisión y dar en el clavo en la elección de su futuro? ¿Cuáles deberían ser los primeros pasos que tendría que dar para lograr su sueño?

Se levantó, se miró al espejo buscando respuestas, pero no encontró ninguna. Se veía reflejado pero no se reconocía, le preguntaba a la persona a la que estaba viendo cada mañana durante los últimos cuarenta años,  pero ella no le daba ninguna solución a sus inquietudes. Era como si estuviese hablando con un extraño. Finalmente se dio cuenta de que no se conocía a sí mismo. Y otra nueva pregunta le asaltó : ¿Si no me conozco a mi mismo, cómo voy a saber cuál es mi sueño? ¿Si no me conozco a mi mismo, cómo voy a conocer el camino para lograr mi sueño?

Y repentinamente se dio cuenta de la única certeza que tenía clara esa mañana: TENÍA QUE PARAR, HABÍA LLEGADO EL MOMENTO DE DEDICARSE TIEMPO A SI MISMO, PONER EL FRENO DE MANO EN EL COCHE QUE GUIABA SU VIDA, SENTARSE, DEJAR LA MENTE EN BLANCO, NO PENSAR Y REFLEXIONAR. EL RESTO DE  SU VIDA Y SU FELICIDAD DEPENDÍA DE ELLO"

viernes, 15 de junio de 2012

Cerrando Círculos.



   Hace ya unos años, una persona a la que admiramos y a la que le debemos gran parte de lo que somos, nos hizo llegar en un "momento clave" un texto de Paulo Coelho que hoy queremos compartir con vosotr@s. 

"Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.

¿Terminó tu trabajo?, ¿Se acabó tu relación?, ¿Ya no vives más en esa casa?, ¿Debes irte de viaje?, ¿La relación se acabó? Puedes pasarte mucho tiempo de tu presente “revolcándote” en los porqués, en devolver el cassette y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho. El desgaste va a ser infinito, porque en la vida, tú, yo, tu amigo, tus hijos, tus hermanos, todos y todas estamos encaminados hacia ir cerrando capítulos, ir dando vuelta a la hoja, a terminar con etapas, o con momentos de la vida y seguir adelante.

No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos porqué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse.
No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes.¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!

Por eso, a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, romper papeles, tirar documentos, y vender o regalar libros.
Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas, y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que dar vuelta a la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente…

El pasado ya pasó. No esperes que te lo devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de quién eres tú… Suelta el resentimiento. El prender “tu televisor personal” para darle y darle al asunto, lo único que consigue es dañarte lentalmente, envenenarte y amargarte.

La vida está para adelante, nunca para atrás. ¿Noviazgos o amistades que no clausuran?, ¿Posibilidades de regresar? (¿a qué?), ¿Necesidad de aclaraciones?, ¿Palabras que no se dijeron?, ¿Silencios que lo invadieron? Si puedes enfrentarlos ya y ahora, hazlo, si no, déjalos ir, cierra capítulos. Dite a ti mismo que no, que no vuelven. Pero no por orgullo ni soberbia, sino, porque tú ya no encajas allí en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en esa oficina, en ese oficio.

Tú ya no eres el mismo que fuiste hace dos días, hace tres meses, hace un año. Por lo tanto, no hay nada a qué volver.

Cierra la puerta, da vuelta a la hoja, cierra el círculo".

jueves, 14 de junio de 2012

La extraordinaria historia de las Secuoyas



En esta nueva publicación queremos compartir un post del blog de Marc Vidal, que habla de las Secuoyas. Aunque seguramente la mayoría de vosotr@s sabéis de que árboles hablamos, seguro que no conocéis su historia.

Que la disfrutéis tanto como hemos hecho nosotras!!

" Hoy replico uno de los capítulos de mi último libro. En concreto el que trata del valor de emprender en red, de la capacidad humana de pensar colectivamente y de estimular con ello los modelos de creación de proyectos emprendedores. Este episodio motiva normalmente, cuando lo aporto en las reuniones de trabajo, una dinamización sistemática e inmediata de la voluntad de colaborar, de crecer en grupo.

Existen muchos modelos de emprendeduría. La que me interesa a mí es la que encaja con los tiempos que me ha tocado vivir, tiempos de tecnología, de redes, de fuegos artificiales y de conversaciones.

Precisamente en ese nuevo modelo digital de proyectar empresa está el de actualizar una nueva economía basada en la colaboración y en la experiencia colectiva.

No hay nada más importante en un mundo como el actual, en el que las manadas duermen en las planicies esperando que alguien les informe por donde deben escapar, y donde lo más probable es que nadie cambie si no lo hacemos colectivamente, el valor de lo enredado, de lo cambiante y dinámico se hace tremendamente imprescindible.

Existe un árbol que ha alcanzado los 115 metros de altura. Está al norte de San Francisco y es una secuoya. La altura media de este tipo de cupresácea está cerca de los 80 metros. Son muy longevas, existe una secuoya roja de más de dos mil años que ahí está, esperando que todo cambie a su alrededor.

Lo más extraordinario de este tipo de árbol no es la longitud vertical que logra sino como el mecanismo que utiliza. ¿Qué profundidad deben tener las raíces de un árbol que alcanza esa tremenda altura? Cuando cuestiono esto a conocidos o en charlas públicas, las respuestas son de todo tipo. Cien metros, doscientos, cuarenta, diez, hay de todo. Sin embargo la sorpresa es general cuando descubro la gráfica que demuestra que la profundidad de las raíces de este tipo de planta es muy inferior a lo previsto.

Apenas tienen unos pocos metros de profundidad, hay casos incluso que muestran árboles de casi un centenar de metros de alto con unas raíces de apenas uno de profundidad. El método para soportar la presión lateral es una maravilla de la naturaleza. Las secuoyas sólo pueden crecer en grupo. Las pocas que hay de modo aislado en alguna zona europea (tras una replantación en el siglo XIX) no alcanzan apenas los treinta metros de talla.

Para alcanzar su altura media y su longevidad, las secuoyas son los únicos árboles capaces de enlazarse los unos a los otros hasta el punto que llegan a perder el sentido de quien es uno y quien es otro. Se han hecho pruebas de inyectar un líquido coloreado en la raíz de una de ellas ubicad en un punto concreto y esperar unos años. Tras ese tiempo se descubre como ese líquido puede detectarse en todo el bosque.

Aunque estén unidos hasta el punto de fundirse los unos a los otros, lo cierto es que mantienen su propia individualidad genética y biológica pero si uno de ellos precisa savia por algún motivo, el bosque entero en general, y los árboles más cercanos en concreto, le proveen.

Ese lazo extremo entre todos permite enfrentarse a la inclemencia atmosférica aunque estén a tanta altura y tan expuestos, les permite crecer hasta una altura inconcebible por la naturaleza de un modo lógico.

Estos árboles representan un modelo de gestión en equipo, global, comunitario. Si una de las secuoyas empieza a ceder, si su verticalidad se pierde por algún motivo, el bosque hace fuerza contraria durante décadas hasta que recupera el eje. Todo el conjunto de árboles ayuda a recuperar el punto de equilibrio. Es tremendamente emocionante pensar como se produce ese efecto extraordinario.

Pensemos que importante es esto. Cuando una sociedad es capaz de estructurarse hasta el punto de llegar a la excelencia de grupo es porque es madura, capaz y autosuficiente como colectivo. Pensemos también que atendiendo al ejemplo de estos maravillosos seres vivos que son las secuoyas, y observando lo que pasa cuando no están en un bosque, sólo es posible alcanzar grandes alturas si están juntas, y lo más asombroso es detectar que son todas las secuoyas al unísono las que logran tales cotas. El éxito no es para una, sino para todas. Trabajar en red proporciona el valor a todos. Este proceso de emprender es clave en una sociedad enfrentada a la competitividad mal entendida.

La comunidad es capaz de estructurarse en red, lo demuestran miles de actos y acciones digitales que se han sucedido en los últimos años. Diseñar modos que permitan convertir tanta energía en proyectos y empresas es el reto de nuestra sociedad actual.

Las secuoyas son una lección que como sociedad no debemos obviar. Convencer a nuestro entorno del valor de enredarse y hacerlo digitalmente en una amalgama desordenada de individuos vinculados en redes sociales complejas es la opción que nos queda."

http://marcvidal.net/